Una niña de 13 años con leucemia logra que no le sometan a un trasplante de corazón al que querían obligarle las autoridades británicas
La niñas y sus padres han elegido muerte, y sus razones, nos resulten comprensibles o inacpetables, tendrán. El Vaticano ha terciado en este gigantesco drama polédrico con la obviedad de que defiende el derecho de todos los niños a vivir, incluso de los que nacen condenados a la agonía en África gracias a su probervial evangelización sexual. ¿Cómo se puede ser tan simple en un asunto tan complejo? Cuando hablamos de personas, de vidas humanas y no de fieles autómatas, Dios por Dios nunca son cuatro.
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